martes, 8 de octubre de 2013

Mi cita con la felicidad


¿Alguna vez os habéis parado a pensar cuál fue vuestro primer momento de felicidad? Yo el primero del que soy consciente lo tengo perfectamente identificado, y lo recuerdo tan nítidamente como si hubiese ocurrido hace sólo un rato. Por ello, puedo revivirlo y disfrutarlo cada vez que me apetece. El primer momento de felicidad absoluta que conservo, surge de lo que ocurrió el 24 de agosto de 1983. Yo tenia siete años, y fui plenamente consciente de que estaba viviendo una experiencia mágica. Supe que la felicidad te nubla la vista, te transforma en alguien mejor, te hace llorar, y paraliza el tiempo en un segundo dulce, hermoso, eterno. 

Aquel momento de felicidad comenzó con una frase que auspiciaba que iba a ocurrir algo trascendental, único, como un volcán a punto de erupcionar, ardiente, inevitable: “niñas, coged unas bragas limpias que nos vamos”. Nos fuimos dos niñas, y volvimos tres. 

Hoy he vuelto a tener una cita con la felicidad absoluta. Y digo cita, porque la teníamos prevista desde hace algunos días, y era esta tarde, a partir de las ocho. En pocas ocasiones tienes tan claro que vas a vivir un momento inolvidable. Que tienes otro momento de felicidad dulce, hermoso, eterno, para guardar en tu caja del tesoro.

La felicidad ha acudido puntual a nuestra cita, en esta tarde de octubre, verano tardío de castañas, en una tarde tan eterna como intensa, en una tarde cualquiera. Y treinta años después, compruebo que la felicidad brilla exactamente igual, y mantiene la misma luz, la misma, con la que entonces,  lucía.

domingo, 4 de agosto de 2013

Tarde de agosto


Dormida, se me pasa una tarde más de agosto. Empapada en sudor, pasan las horas más largas del día, y yo daría cualquier cosa por un poco de agua. La cocina está tan lejos…y yo no sé si estoy en la cama, o en el sofá, o si me he acurrucado sobre la mesa del comedor, sólo sé que la temperatura se mantiene en ese último límite que aún te permite respirar, y que todavía son las cinco, o las seis…y que estoy atrapada en una nebulosa naranja de verano. 
 
Tu recuerdo intenta despertarme. Se me escapa una sonrisa, pero mis ojos no responden, sumergida en mi oscuridad somnolienta intento alargar la mano, buscar el móvil, pero estoy atrapada, porque es agosto, y hace calor, y yo me refugio en mi pereza, mientras cae la tarde, lenta, sin compasión, regodeándose, mirándome desde la ventana.

Lo siento, hace calor, es agosto, y ahora sólo puedo soñarte.

martes, 23 de julio de 2013

Manolo Estévez


Manolo Estévez celebró por todo lo alto sus treinta años de radio. Compartió con todos y cada uno de sus compañeros ese aniversario, desgranando cada anécdota, repitiendo una y otra vez cada detalle, con una sonrisa de niño feliz de ojos azules.  

En aquellos días, lo sorprendí en varias ocasiones ocupando mi ordenador. Aprovechaba cada vez que lo encontraba libre para mostrar a todo el que pasaba por el gabinete fotografías, anécdotas, sintonías antiguas. El tiempo se paraba en la sala de prensa porque perdían importancia las noticias del día. Y porque los más jóvenes, aunque no tan jóvenes como él, queríamos conocer cómo se hacía radio en los años ochenta, mientras nosotros nos prometíamos mantener esa ilusión que él nos transmitía, al menos, durante treinta años.

Cuando Manolo Estévez se puso por primera vez delante de un micrófono, yo hacía mis primeros garabatos en el colegio. Hoy, sigo aprendiendo a escribir cada día. Pero una lección que ya tengo asimilada es que las buenas noticias se celebran. Y por eso, yo también conmemoraré mis 30 años de profesión. Lo tengo apuntado en la agenda, será el 22 de marzo de 2029. Todavía me queda. Pero para entonces, también espero contarle a todo el que me quiera escuchar que me primera jornada laboral la viví con Soledad Duro, David Sánchez, Alejandro Medina, Fernando Rufo, Juande Corzo, y Agustín Álvarez. Después llegaron Elena Carmona y Fran Pereira. Y poco más tarde, para consolidar esa pequeña familia que habitaba en el Edificio Diplomático de El Puerto, tuvimos la suerte de recibir a Josefina Escudero, y a Adolfo Álvaro.

Cuando llegue ese día, me acordaré de Manolo Estévez. Que viva la buena gente, que viva la gente buena.

miércoles, 12 de junio de 2013

016


No le gusta cómo te vistes. Tampoco tu forma de hablar. No disimula que no te soporta, que ni siquiera se soporta él mismo. Odia a tus amigas. Te vigila cuando hablas por teléfono. No le importa que tiembles mientras te grita, ni se arrepiente de lo que viene después. La rutina se ha convertido en una nebulosa tóxica en la que ya no puedes respirar. Y hoy, se ha reído al verte llorar.  No te atreves a contarle que acaba de morir una chica de veintidós años. Que ha sucedido muy cerca de tu casa, y que te duele tanto como si fuese tu hija. La veías pasear con un niño de la mano. Y tú la imaginabas con toda la vida por delante.

Este mediodía las noticias hablaban de veinticinco mujeres fallecidas en España. Sin embargo, tú sabes que ya son veintiséis. Porque en Zaragoza y en Jerez, casi a la misma hora, el horror se ha repetido, y rezas para no ser la próxima.

Levantas el teléfono. Lo memorizaste hace años, 016, pero hoy por primera vez lo marcas. Y decides que quieres vivir.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Faltas

Uno el que me mira. Dos el que me falta. Tres el que me piensa. Cuatro el que me enfada. Cinco el que me hiere. Seis el que me ama. Siete el que me olvida. Ocho el que me llama. Nueve el  que me sueña. Diez el que me calma. Te multiplicas de noche, no te alcanzo en la mañana. Me abandonas si te espero, si te dejo me demandas. Me envuelves cuando te huyo, cuando me acerco te callas. Cierro los ojos y llegas, cuando los abro te escapas. Me acompañas sin quererlo, y alimentas mi esperanza. Pero te prefiero lejos, porque entonces me reclamas. Y si me alejo me miras, y yo te miro, y me faltas.

domingo, 28 de abril de 2013

Dieciséis semanas


Dos corazones acompasan su ritmo dentro de un mismo cuerpo. Los latidos se solapan para que la sangre compartida pueda obrar el milagro. Te imagino nadando en tu pecera redonda, caliente y escondida. Esencia inmaculada, dulce, permaneces escuchando susurros, sintiendo caricias cuando te balanceas, intuyendo que cada movimiento despierta una emoción, y que alguien te espera.

Ojalá pudiera decirte que no tengas miedo cuando se contraiga tu cueva, cuando escuches gritos de dolor y culmine la calma que hoy te mece.  Cuando se abra la puerta a un mundo desconocido sentirás unos segundos de frío, y descubrirás que tienes voz. No temas nada. Enseguida reconocerás el olor de un pecho cálido, y descubrirás risas familiares.

Al principio se te va a hacer un poco extraño, pero tus padres te esperan con tanta ilusión, que ya verás qué recibimiento. Con ellos, aprenderás a disfrutar desde el primer segundo de esta nueva experiencia. Llegas a las mejores manos que te puedas imaginar.

Así que no te preocupes por nada, aquí fuera no se está tan mal. Tu casa te va a gustar mucho, ya lo verás. Allí el árbol de Navidad sigue puesto en primavera. A mí me vas a tener muy cerquita para lo que quieras, y cuando sepas, también para hablar. Yo a tí te hablaré mucho, desde el primer día. Tengo tanto que contarte, que he necesitado empezar a hacerlo ya.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Cicatrices (2)

Si las cicatrices de la piel son guerras ganadas,  las del corazón son guerras por ganar. Cuando están recientes, parecen infinitas, pero sólo duran un año, o dos, o tres.

Si levantas la cabeza, ellas bajan los ojos. Si respondes con silencio, se quedan sin argumentos. Es cuestión de contar hasta diez, hasta cien, hasta mil, que tu corazón siga bombeando, que no se te olvide respirar.   

Cuando menos te lo esperas… han desaparecido. Mirar atrás es como sentarte ante una película en la que los personajes te son vagamente familiares. Y recuperas la paz, tanto que te gustaría poder compartirla, enviarla en un paquete anónimo, limpiar el ambiente de los fantasmas que se esconden entre las columnas.

Porque no son poéticas ni hermosas, renuncio al romanticismo de su compañía. Porque no quiero que me envuelvan en su tela de araña, espero que el futuro me depare muchas heridas nuevas. Las antiguas ya desaparecieron, después de un año, o dos, o tres.

lunes, 4 de marzo de 2013

Cicatrices


Las cicatrices son pequeños o grandes tatuajes que dibujan tu piel con trazos de vida. Son hermosas por su carácter único y definitivo. Un cuerpo sin cicatrices es como una piedra preciosa que no ha sido tallada por la manos de un artista paciente.  Todas son el trofeo ante una batalla ganada.

Una cicatriz convierte un papel en blanco en un poema, y un lienzo en una obra de arte. Si sigues su dibujo con la punta de los dedos, disfrutas de un relieve que te conecta con la sabiduría natural, la que permite regenerar los tejidos de la epidermis, y te salvaguarda de la muerte y de la enfermedad.

A veces las escondemos sin querer aceptar que son tesoros de un valor incalculable. Necesitamos tiempo para reconciliarnos con el nuevo perfil que marcan en nuestro espíritu. Porque significan un antes y un después de un mordisco del destino.

Conozco heridas que se han convertido en cicatrices resplandecientes, ya que en ellas se asoma el arcoiris después de la tormenta. Mirarlas te permite asomarte a una puerta entornada, detrás de la que encuentras respuestas incluso cuando no te atreves a preguntar.

Las mías no llegan a esa categoría vital. Son casi imperceptibles. Diminutas. Desconocidas para casi todos. Una de ellas sin embargo está despertando, después de muchos años de silencio. Me recuerda todos los días que sigue conmigo, y creo que quiere decirme algo. Quizás que debo dar las gracias por mis cicatrices. Y también reconocer el valor y la belleza maravillosa de las que me rodean.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Una tarde con Rodrigo

Es tan pequeñito, que confunde a los cardenales vaticanos con los Reyes Magos. Todavía no ha recibido la visita del Ratón Pérez. Puedes levantarlo con un solo brazo, aunque él intenta resistirse lanzando patadas al aire y carcajadas de colores. Es un Spiderman con chupete. Está a punto de disfrutar de su tercera primavera, y ya tiene la responsabilidad de ser el mayor de la familia. Aprovecha el privilegio para tirar del pelo a su hermanito, sale corriendo, vuelve, le da un beso.

Le gustan los helicópteros, las herramientas, soplar las velas, tirar de la piñata, montar en bici, Dora, las croquetas de su abuela, el jamón. Reúne la energía de toda una vida en su cuerpecito de arcilla nueva, recién moldeada. Si lo miras a los ojos… encuentras un paraíso en el que desaparecer.

Habla mucho, pero yo lo entiendo poco. Tiene tanto que decir, que sus palabras se escapan como burbujas. Y de repente, me mira, no para de jugar, se ríe, vocaliza, mis oídos no me engañan, me dice que me quiere mucho, y se queda tan tranquilo, me sonríe, se agacha, se levanta, coge otro juguete, y no se da cuenta de que casi es de noche, pero que el sol brilla dentro de la habitación.

Tengo que irme, pero todavía vuelvo a ver su carita que se asoma antes de que se cierre la puerta del ascensor, y deseo que nunca pierda esa capacidad de decir te quiero con la franqueza y la ilusión de su infancia transparente. Que lo quieran mucho. Y que él quiera todavía más.

viernes, 1 de febrero de 2013

1 de febrero

Me busco en todos los espejos. Intento descubrirme y reconocerme. Tengo un par de canas en el flequillo, y una arruga profunda, como una cicatriz, en la frente. Investigo, me acerco al reflejo, me alejo, me analizo de perfil. Parece que sigo siendo yo, tal y como me recuerdo. Hoy, al menos, sigo siéndolo.

No quiero perderme ningún detalle del cambio. Y continúo observándome, con los ojos de la niña que fui, con la curiosidad de la adolescente que sabe que ya no hay vuelta atrás.  Ni falta que hace.

Disponer de mi silencio es muchas veces el gran reto de la jornada. Elegir entre el ruido la voz que me acompañe,  la mejor alternativa. Querer mucho, llorar lo justo, aprender a olvidar, conseguido. Y crear mi espacio en un  universo diminuto, lleno de fotografías, paredes por decorar, cajones repletos de cartas, y libros esperando en la estantería.  ¿El pasado y el presente, tejiendo un futuro nuevo?.  No, presente alimentando presente.

Saber perdonar,  lo tengo pendiente. Aprender de mis errores, también.  Alejarme de lo absurdo, inmunizarme contra el miedo, esquivar lo inapropiado, mantener la compostura,  ser razonable, desechar el orgullo, controlar el mal humor, me cuesta.

Son sólo treinta y siete años, dadme un poco más de tiempo.

jueves, 17 de enero de 2013

Las mujeres de mi vida


Las mujeres de mi vida  tienen una voluntad inquebrantable que las hace invencibles. Son el mejor ejemplo de fuerza y coraje que pudiérais conocer. Esa determinación las hace independientes, obstinadas, tozudas hasta el agotamiento. Quererlas significa aceptar que, como las fortalezas, tienen murallas, porque esas mismas barreras serán las que te darán abrigo cuando lo necesites.

Juegan con la vida apostando a ganar, sabiendo que tienen el mejor as en la manga,  la audacia de los niños y una sabiduría que un día  encontraron a la vuelta de una esquina inesperada. Son capaces de hallar la salida en el laberinto más intrincado, riéndose de los peligros sorteados, y planeando nuevas aventuras, todas con el éxito asegurado.

Con el calor de sus manos, moldean el hierro para ofrecerme un ancla que me mantiene segura en  la orilla más amable de la vida, alejada de cualquier tempestad. Y hacen honor a su nombre construyendo herraduras para que caminemos sobre las piedras del camino.

Juntas, formamos un triángulo de sentimientos y vivencias en el que hay pocas palabras y muchas verdades.

Las reconocí desde su nacimiento. Las esperé desde el mío.