Si
las cicatrices de la piel son guerras ganadas, las del corazón son guerras por ganar. Cuando
están recientes, parecen infinitas, pero sólo duran un año, o dos, o tres.
Si
levantas la cabeza, ellas bajan los ojos. Si respondes con silencio, se quedan
sin argumentos. Es cuestión de contar hasta diez, hasta cien, hasta mil, que tu
corazón siga bombeando, que no se te olvide respirar.
Cuando
menos te lo esperas… han desaparecido. Mirar atrás es como sentarte ante una
película en la que los personajes te son vagamente familiares. Y recuperas la
paz, tanto que te gustaría poder compartirla, enviarla en un paquete anónimo,
limpiar el ambiente de los fantasmas que se esconden entre las columnas.
Porque
no son poéticas ni hermosas, renuncio al romanticismo de su compañía. Porque no quiero que me envuelvan en su tela de araña, espero que
el futuro me depare muchas heridas nuevas. Las antiguas ya desaparecieron,
después de un año, o dos, o tres.
miércoles, 27 de marzo de 2013
lunes, 4 de marzo de 2013
Cicatrices
Las
cicatrices son pequeños o grandes tatuajes que dibujan tu piel con trazos de
vida. Son hermosas por su carácter único y definitivo. Un cuerpo sin cicatrices
es como una piedra preciosa que no ha sido tallada por la manos de un artista
paciente. Todas son el trofeo ante una
batalla ganada.
Una
cicatriz convierte un papel en blanco en un poema, y un lienzo en una obra de
arte. Si sigues su dibujo con la punta de los dedos, disfrutas de un relieve
que te conecta con la sabiduría natural, la que permite regenerar los tejidos
de la epidermis, y te salvaguarda de la muerte y de la enfermedad.
A
veces las escondemos sin querer aceptar que son tesoros de un valor
incalculable. Necesitamos tiempo para reconciliarnos con el nuevo perfil que
marcan en nuestro espíritu. Porque significan un antes y un después de un
mordisco del destino.
Conozco
heridas que se han convertido en cicatrices resplandecientes, ya que en ellas
se asoma el arcoiris después de la tormenta. Mirarlas te permite asomarte a una
puerta entornada, detrás de la que encuentras respuestas incluso cuando no te
atreves a preguntar.
Las
mías no llegan a esa categoría vital. Son casi imperceptibles. Diminutas.
Desconocidas para casi todos. Una de ellas sin embargo está despertando,
después de muchos años de silencio. Me recuerda todos los días que sigue
conmigo, y creo que quiere decirme algo. Quizás que debo dar las gracias por
mis cicatrices. Y también reconocer el valor y la belleza maravillosa de las
que me rodean.
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