Luce el sol después del temporal. La noche todavía
ruge en mis oídos. El viento sopla, sin piedad, retándome, obligándome a
esconderme en este domingo luminoso pero helado. Con una furia que remueve la conciencia,
que despierta los temores, que me
enfrenta a mis remordimientos. Y hoy el vendaval me ha sacudido, me ha
castigado con pesadillas, y me recuerda que ya no soy capaz de escribir. Que
tengo pendiente despedirme de 2013, y que no he sido capaz de digerirlo aún.
Que si bien sobreviví al huracán de sensaciones, todavía no he superado el
vértigo. Un año que comenzó con tanto miedo… Trescientos sesenta y cinco días de tormenta, doce meses de
furia, sintiéndome indefensa ante los elementos. Todo un año de incertidumbre. Todo un año de sueños. Todo un año en el que como hoy, sobre el
viento, lucía el sol de enero, tan débil, tan pequeño.